domingo, 23 de agosto de 2009

sin razòn.

Encontré un pozo, diáfano y profundo, de agua fresca, que prometía quitarme esta sed de olvido, pero no pude beberla, la arroje al piso sin pensarlo, como si un frenesí acorralado saliera de mis manos, como si se exorcizara de mi alma. Desee con todas las fuerzas de mi esporádica y hambrienta existencia convertirme en uno de tus poemas, de convertirme en el rastro que has dejado al mundo, de ser la destinataria de tu último suspiro, de ser y ser mas para ti. Me hundí en arenas movedizas que rondaban cerca, que me imposibilitaban moverme, solo me condenaban a trasladarme aun lugar donde tu encierro no cupiera en mi corazón, en un encierro que se llevara con el celador la ultima gota de ansiedad que enervabas con tu sola mirada.
Pero la realidad nocturna recrudeció mis planes, me ofreció un rayo de luna para dejar de abatirme entre el lodo que cercaba el agua de olvido, de pronto encontré un pasadizo de donde provenían luz de plata, no hice otra cosa mas que seguirle, ese pequeño agujerito me cautivaba como a las palomillas la luz, yo la seguía y seguía, llegue al pequeño agujerito, lo pise y se desbordo el agua con gran furia y subió por mi cuerpo y subió por mi cuello y llego a mis labios, e implosivamente lleno mis pulmones.
Unas pequeñuelas y delicadas fraguas calentaban mi faz, secaban mi ropa, coloreaban de rojo mis mejillas, me envolvían en sus murmullos de despertador, abrí mis ojos, alguien pronuncio mi nombre, dijo conocerme, pero le tuve miedo pues el era un extraño que me atendía, mi amnesia solo lo había seleccionado a él.

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